Era una mañana soleada y en la playa ya no cabían más personas.
La música sonaba muy fuerte por los altavoces. De repente, hubo un silencio para dar paso a la voz del juez del tercer campeonato de perros surfistas:
—Muy bien amigos, a continuación diremos el nombre del ganador de este
refrescante torneo. La afortunada es: Negri, la perrita Terrier venida desde California.
Hubo una explosión de aplausos mientras la campeona subía al escenario con su dueño, Patrick, quien en aquel momento recordó cómo su perrita le salvó la vida.
Fue un verano dos años atrás, cuando Negri acompañaba a su fiel amigo a las
paradisíacas playas de Santa Mónica.
Al principio ella lo observaba todo con mucha curiosidad. Se fijaba en la gente, en las tablas, en los trajes, en las olas, e incluso le gustaba oír música surfera y quedarse en la arena con sus nuevos amigos hasta que el sol se ocultaba.
Un día se acercó al agua y le gustó la sensación.
Ella quiso probar y subirse a la colorida y desgastada tabla de su dueño, pero cuando éste la vio, se enfadó y le gritó:
—¡Bájate ahora mismo que con tus patas vas a estropear la tabla! —le dijo el
joven con voz autoritaria.
Negri empezó a ladrar muy fuerte y a hacer piruetas para darle a entender a Patrick que ella también quería coger unas olas. Pero, desgraciadamente, su amigo no comprendía su deseo.
Pasaban los días y siempre se repetía la misma escena. Negri encima de la tabla ladrando y el chico apartándola para que no se la estropease.
Una mañana de agosto, el mar estaba muy revuelto, había olas de más de tres metros, no se veían muchas personas practicando surf. Aun así, Patrick no quiso perderse la maravillosa sensación de estar encima de las olas.
Como siempre, Negri le esperaba en la orilla sin perder detalle de los saltos que su joven amo realizaba en el agua.
Por un momento Patrick desapareció de su vista y Negri se levantó de la toalla donde permanecía tumbada. Se ponía muy nerviosa cuando no veía a su amigo.
Pasaban los segundos y el chico no aparecía en el horizonte. Negri corrió hacia la orilla y desde allí empezó a ladrar.
El tiempo transcurría y Patrick no daba señales de vida. La perrita estaba impaciente, corría de un lado para otro, entraba y salía del agua, no podía hacer más.
Ladraba cada vez más fuerte.
En ese momento apareció la tabla de su amigo y sin pensarlo saltó sobre ella.
La corriente la empujó mar adentro. Negri ladraba desesperada.
De repente, vio la figura de su dueño flotando en el agua, metió su cabeza y con los dientes lo cogió del traje, en ese instante Patrick abrió los ojos y se agarró a la tabla.
Ya en la arena, el muchacho, se dio cuenta de que su fiel amiga le había salvado la vida.
Fue entonces cuando decidió que la enseñaría a hacer surf.
Ibai Álvarez Hernando. 10 años. Bilbao (Vizcaya).
El jurado considera que el cuento de Ibai es muy fresco y veraniego, coherente y de una redacción impecable. Con esta bonita aventura nos ha sabido trasladar hasta las playas de California y, lo más importante, nos ha dado a todos una lección de amistad.
¡Enhorabuena!