EL HIJO DEL FRÍO, de Braulio Llamero

¡Qué bonito libro! O mejor dicho, qué bonita y entrañable historia.

El hijo del frío me llegó con el frío, puesto que fueron los Reyes Magos los que me lo trajeron a casa el pasado mes de enero. Bueno, para ser exactos me lo trajo Baltasar, cuyo nombre, curiosamente, comienza por B de Braulio, como se llama, ¡qué casualidad!, el autor de esta novela para público infantil.

Pepín ha nacido inocente, como nacemos todos, y bajo ese halo de inocencia comienza a descubrir el mundo. Sabrá que hace tiempo existió una guerra, y que “...las guerras suelen dejar terribles averías en los cerebros de los hombres...”. También conocerá las desigualdades, descubrirá las diferencias entre los ricos y los pobres y tendrá que asumir la realidad de que su familia pertenece al segundo grupo. Pero a partir de ese momento algo se mete en la cabeza de Pepín: ser rico. Para ello, según le dice el cura, hay que ser muy listo, el más listo de todos... Y el pequeño se esfuerza en serlo, e incluso aprende a leer antes de ir a la escuela.

Transcurre el año 1963, se viven momentos difíciles y muchos hombres comienzan a emigrar para intentar conseguir un futuro mejor. El padre de Pepín es uno de ellos, y cierto día la familia lo despide en la estación cuando toma un tren para dirigirse a Alemania.

Pepín sueña entonces con la posibilidad de que sea su padre el que vuelva rico, pero es el padre, una vez que regresa, el que lo hace comprender que tiene un concepto equivocado de la riqueza porque “...ser rico es ser feliz...”.

El hijo del frío es una novela hermosa, con frases cortas, como sentencias, que destila ingeniuidad, inocencia, bondad...

Braulio Llamero se desenvuelve muy bien en los escenarios rurales, imprescindibles en la literatura para los lectores de ciudad; da un papel relevante a la familia y transmite importantes mensajes de educación en valores. Nos encontramos ante un libro necesario, para niños y mayores.

A partir de 9 años.

Editorial SM / El Barco de Vapor.