ESTAMPA FAMILIAR
—¡No me gusta la sopa de dedos!
—exclamó el pequeño zombi con el plato delante.
—Pues hay que comer de todo
—sentenció la madre mientras lavaba un puñado de ojos bajo el grifo para
quitarles el exceso de sangre.
Frente a ella, la ventana de la
cocina dejaba pasar la luz anaranjada del otoño y la imagen de un jardín
sembrado de cadáveres. Una estampa verdaderamente preciosa. De momento se
apercibió de que uno de los cuerpos se movía y una fugaz sonrisa
cruzó por sus labios. «Carne muy fresca para esta noche», pensó. Se secó las
manos en el delantal y cogió el cuchillo más afilado del cajón de los
cubiertos.
—Ahora vengo, cariño, voy a por
ingredientes para la cena —dijo a su pequeño al pasar a su lado—, ¡y no te
dejes las uñas, que tienen calcio!
Este relatito participa en HALLOBLOGWEEN 2015, una idea original de Teresa Cameselle.