en un cuaderno arrugado
y los guarda en una caja
a la que pone un candado.
Pero un día se rompió
y la caja quedó abierta.
Era mi oportunidad,
la casa estaba desierta.
El abuelo había salido
a su paseo diario
y mamá no había vuelto
todavía del trabajo.
Cogí raudo la libreta y
la abrí por la mitad,
vi su letra redondilla
escrita con claridad.
Carne de yugo, ha nacido *
más humillado que bello. *
¡Ay que versos más bonitos!
¡Qué bien escribe el abuelo!
La cebolla es escarcha cerrada y pobre.
*
Escarcha de tus días y de mis noches. *
Qué palabras más sentidas,
y eso que no fue a la escuela,
el abuelo es un gran tipo,
el abuelo es una fiera.
Enfrascado en mi tarea
no escuché cerrar la puerta,
el abuelo me miraba
con ternura y muy de cerca.
«Esos versos no son míos,
los escribió un gran poeta,
para que no se me olviden
los apunto en mi libreta.
Son de un hombre limpio y bueno,
¿no sabes nada de él?
Pues de apellido era Hernández
y su nombre era Miguel».
Los versos que aparecen en cursiva corresponden: los dos primeros al poema El niño yuntero, y los dos últimos al poema Nanas de la cebolla, de Miguel Hernández, y han sido citados en este poemario como homenaje al autor y con fines docentes, para dar a conocer a los niños la obra del ilustre poeta oriolano.
Pertenece al poemario infantil ilustrado El mejor amigo del niño (Babidi-bú Libros, Sevilla). Ver más AQUÍ.
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